El 17 de enero de 1917, el Congreso de
los EEUU aprobó una resolución a favor de la enmienda XVIII a la
Constitución de los Estados Unidos que prohibía la venta,
importación, exportación, fabricación y transporte de bebidas
alcohólicas en todo el territorio de Estados Unidos. En enero de
1919 la enmienda fue ratificada por 36 de los 48 estados de la Unión,
siendo susceptible de imponerse como ley federal. En octubre del
mismo año, se aprobó finalmente la conocida como “Ley Volstead”
, que implementaba la prohibición dictaminada por la Enmienda XVIII.
El alcohol, no obstante, siguió
produciéndose de forma clandestina y también introduciéndose
clandestinamente de países fronterizos, provocando un auge
considerable del crimen organizado.
Durante la
década de 1920 la opinión pública cambió de opinión y llegó a
la conclusión de que había sido peor el remedio que la enfermedad.
El consumo de alcohol no sólo subsistió, sino que ahora continuaba
de forma clandestina y bajo el control de peligrosas mafias. El 21 de
marzo de 1933, el presidente Franklin D. Roosevelt
firmó el acta Cullen-Harrison que permitía la venta de cerveza de
hasta hasta 3,2 grados de alcohol y la venta de vino, siendo
aplicable a partir del 7 de abril de ese mismo año, derogando la Ley
Volstead.
El 5 de diciembre de 1933 fue
ratificada por el Senado de los Estados Unidos la enmienda XXI que
derogaba la Enmienda XVIII, dando fín así a la conocida “ley
seca”.